Por fin decidiste aceptar tus deseos y experimentar con algún juguete sexual, ¿a que fue casi como salir del clóset nuevamente? Empiezas a fantasear con la idea y te topas con un pequeño detalle: la logística de compra.
En este momento tu mente se ve invadida por una maraña de preguntas que sólo te hacen imaginar alguna de estas situaciones, digamos, peculiares:
¿Dónde lo compro?
La respuesta podría parecer obvia es una Sex-Shop, ahora bien, también existen los distribuidores en redes ¿cómo encuentro una?, ¿a quién le pregunto?, No olvídalo ¡que oso!; ¿la Sección Amarilla? ¡ya no existeeee!
De pronto recuerdas alguna de esas noches de perdición en la Zona Rosa, estás segura de haber visto letreros con luz de neón anunciando tan ilustres tiendas. Te lanzas a la búsqueda y tu magnífica idea da frutos, encuentras el lugar.
Ya en la puerta te come la vergüenza y la duda de entrar con tu carita de ignorante, o pasar por un café en el comercio vecino. Así que entras fingiendo tranquilidad absoluta, como si fueras al súper a comprar huevos y… hue… ¡de súper no tiene nada!
¿Cuál escojo?
Te ofrecen ayuda y en tu afán de aparentar total dominio de la situación, la rechazas, claro con un “no, gracias” y chin… volteas a ver la estantería donde hay dos millones de modelos diferentes de dildos, desde los más sencillitos que no hacen ninguna gracia, hasta aquellos con nombres de trasbordador espacial como el “Navigator XX2000-D8”.
Tienen vibradores con ocho velocidades, colores exóticos, rotación de 360 grados, texturas variadas, diseños aerodinámicos, luz propia, radar integrado para localizar el punto G, ¡ya solo les falta que te lleven serenata y prepararte el desayuno!
Después de un exhaustivo análisis te decides por tu nuevo amigo y te enfrentas al siguiente reto:
¿Cómo lo pido?
El maldito juguete está justo en el estante más alto, así que ahora ocupas ayuda de la atenta vendedora. Las buscas, y ella con una amable sonrisa baja el producto para que lo veas de cerca, pero no se detiene ahí. Comienza a darte una explicación sumamente detallada de las maravillas que hace especial a tu amiguito y mientras más se explaya, más pena te da. Sabes que tienes la cara tan roja como pompa irritada de bebé.
Y peooooor, la susodicha ofrece ir por pilas para que veas que sí funciona. Mientras la detienes argumentando falta de tiempo, tragas saliva, porque lo único que quieres es pagar e irte.
El Pago
Aliviada lograr esquivar la prueba de funcionamiento, te diriges a la caja en intento de compostura. Al llegar ya tienes la cartera en la mano, lista para sacar el efectivo y preguntas despreocupadamente: “¿Cuánto es?” Intentas no mostrar ni una onza de angustia cuando oyes el precio estratosférico, no contabas con que tu caprichito iba a salir más caro que un boleto de avión a Cancún en temporada alta.
Ya es muy tarde para aplicar la huida, sin pensarlo dos veces das la tarjeta de crédito manteniendo siempre la cara de jugador de póker. Ves cómo envuelven a tu nueva adquisición dentro de una bolsa negra de plástico y piensas que al salir todo el mundo sabrá perfectamente lo que llevas bajo el brazo.
El recuento de los daños
Por fin saliste, y caminas velozmente, piensas que todo quien te mira lo hace con desaprobación y crítica, por lo que mejor te concentras en encontrar el mejor escondite de tu cuarto para guardar al juguete.
Estás embebida en tus pensamientos, alternando tu mirada entre la calle y la bolsa negra, el ticket se asoma tímidamente del borde de la bolsa y entonces recuerdas el detalle más importante, sientes el peor retortijón de tu vida y te quieres morir: ¡pagaste con la tarjeta adicional de mamá!
La verdad es que podrías haber hecho la compra por Internet en una de las miles páginas que existen, pero entonces no habría sido tan divertido.
Para dejarte más tranquila recuerda que toda la angustia y el sufrimiento pasan sólo en tu cabeza. Muchas de tus amigas ya habrán comprado juguetes antes que tú y te podrán ayudar. Las vendedoras están acostumbradas a lidiar con primerizas, y los peatones ni te voltean a ver.
Solamente trata de no pagar con la tarjeta de tus papás… pero si no tienes otra opción, generalmente en el estado de cuenta aparecerá alguna cosa tan ordinaria como el nombre de un restaurante o de una tienda de ropa, así que respira tranquila que tu secreto estará a salvo.
Punto Sero, AHF México y AHF América Latina y el Caribe se proponen como tu lugar seguro y espacio para muchas historias como la tuya.
